2. NOCTURNOS,
OCASOS
ATARDECER
Rocas mojadas
engendrando
brumas de piedra
que previenen
la sonrisa
oculta tras la bruma
que da identidad a su aneja transparencia.
que da identidad a su aneja transparencia.
Y la tarde se desplaza
como un espacio
pleno
que se recuerda
atrayéndonos
afuera
cierta melodía.
ANOCHECIENDO
Sólo el crujir
de las pisadas
podemos decir que suena a
antiguo
pero a medida
que los ojos se van
acostumbrando al
vaivén
de las sombras inquietas
de las sombras inquietas
nuestras ropas
se confunden
con cosas
pasadas
y la lividez y
el frío desnudos
no vienen de ningún sitio
El lugar se ha
hecho tan pequeño
que el aire se desplaza
con nosotros
La noche es aquí
tan diminuta
que no tienes
importancia
ARGUMENTO
NOCTURNO
Más pura tras la
resolución,
tu tez azulada por el último
cielo
Purificados por
el final de la jornada
La tarde respira
su ánima por
última vez
Desciende el
soplo
de las aves como
las sombras
Este silencio se
ha sorprendido
de pronto besando tu
frente
penumbra lívida
penumbra lívida
Sobre la
arboleda se van olvidando
las horas
la nube ya se van
hundiendo
Sólo tu
presencia amiga
me vuelve
espectador
–solamente el
aire
no ha perdido la
memoria–
Este será mi
argumento nocturno.
OCASO
I
La tarde se ha
llenado
de cansancios amarillos
que se eternizan huyendo
de unas sombras para reposar
otras más profundas
que se eternizan huyendo
de unas sombras para reposar
otras más profundas
y tú hablas un
lenguaje
que incrementa la luz cansada cediendo
que incrementa la luz cansada cediendo
a esta inmensa
música
ciega plegándose
en tiniebla
siempre desde
detrás.
II
Rodarán siempre
los últimos brillos por la hierba
y de ese modo yo te veo
no a mi lado,
los últimos brillos por la hierba
y de ese modo yo te veo
no a mi lado,
pero pronto
caerá la noche
y tu cabello
volverá a ser oscuro
aunque ruedan siempre
los últimos brillos.
los últimos brillos.
CUESTIÓN ANTIGUA
Cuando sólo la
luz renovada
limita tus
movimientos
o quieta
qué hay entre la
imagen transitiva
y el recuerdo en
suspenso
Qué crepitar
silencioso
donde anoche la
sombra
se instaló
anormalmente intensa
Qué luz
entre la sombra
acostumbrada
y la sombra
renovada
Entre tu rostro
sombrío
y mi lúgubre
pensamiento
Cuando el pájaro
exhausto
pliega sus alas
y desaparece
o penumbra
qué hay entre
este temor oscuro
y la noche
inminente
NOCHE CODIFICADA
Tres lamentos,
el del viento frío,
el de la cuneta
en sueños plateada,
el de la luz
rechinante
del farol.
Un gran vacío en
los márgenes
repleto de
tinieblas.
Dos murmullos:
el de las hojas
el de las hojas
en mis oídos.
Un inmenso
poliedro indeterminado
con grillos y
alguna lechuza
en los vértices.
Una luna
duplicada en un
charquito.
Dos firmamentos,
dos noches.
Una impensable
conjetura
blanca.
LA NOCHE NIEGA
EL ABISMO
Pasan las aguas las hojas
bien afianzadas
sobre el abismo
negado,
y sólo sobra un
fulgor inciso
allá entre las
húmedas sombras,
la roca insomne
que resume
todas las
chispas acuciadas
en una
demostración sin base
que la calma
Unidad cosquillea.
SUBLUNAR
Este mutismo
esa luna
descuida
y el humus
va cubriendo
una fantasma
de agua
Esa luz
registra fondos
¡sorpresa!
vacíos
La luna
cabizbaja
se ha cansado de
dar
extraños nombres
a las hojas
El aire azul
piensa y habla
despabilando a
la
soledad
adormecida
Perplejo
estérilmente
aguardo
filtrando los
minutos
a través de una
nube
que se volvió
de espaldas
Un ritmo acuoso
surcando un
firmamento y
después el
segundo
el efecto es un
sello
en el cielo más
arriba
qué idea tras
tu frente
desdoblada.
©
José L. Fernández Arellano, 1979