de POEMAS INOFENSIVOS (1979)




2. NOCTURNOS, OCASOS


ATARDECER

Rocas mojadas engendrando
brumas de piedra que previenen
la sonrisa oculta tras la bruma
que da identidad a su aneja transparencia.

Y la tarde se desplaza
como un espacio pleno
que se recuerda
atrayéndonos afuera
cierta melodía.




ANOCHECIENDO

Sólo el crujir de las pisadas
podemos decir que suena a antiguo
pero a medida que los ojos se van
acostumbrando al vaivén
de las sombras inquietas
nuestras ropas se confunden
con cosas pasadas
y la lividez y el frío desnudos
no vienen de ningún sitio

El lugar se ha hecho tan pequeño
que el aire se desplaza con nosotros

La noche es aquí tan diminuta
que no tienes importancia




ARGUMENTO NOCTURNO

Más pura tras la resolución,
tu tez azulada por el último cielo

Purificados por el final de la jornada

La tarde respira
su ánima por última vez

Desciende el soplo
de las aves como las sombras

Este silencio se ha sorprendido
de pronto besando tu frente
penumbra lívida

Sobre la arboleda se van olvidando
las horas 
                  la nube ya se van
hundiendo

Sólo tu presencia amiga
me vuelve espectador
–solamente el aire
no ha perdido la memoria–

Este será mi argumento nocturno.




 OCASO

I

La tarde se ha llenado
de cansancios amarillos
que se eternizan huyendo
de unas sombras para reposar
otras más profundas
y tú hablas un lenguaje
que incrementa la luz cansada cediendo
a esta inmensa música
ciega plegándose en tiniebla
siempre desde detrás.
 
II

Rodarán siempre
los últimos brillos por la hierba
y de ese modo yo te veo
no a mi lado,
pero pronto caerá la noche
y tu cabello volverá a ser oscuro
aunque ruedan siempre
los últimos brillos.




CUESTIÓN ANTIGUA

Cuando sólo la luz renovada
limita tus movimientos
o quieta
qué hay entre la imagen transitiva
y el recuerdo en suspenso

Qué crepitar silencioso
donde anoche la sombra
se instaló anormalmente intensa

Qué luz
entre la sombra acostumbrada
y la sombra renovada

Entre tu rostro sombrío
y mi lúgubre pensamiento

Cuando el pájaro exhausto
pliega sus alas y desaparece
o penumbra
qué hay entre este temor oscuro
y la noche inminente




NOCHE CODIFICADA

Tres lamentos,
el del viento frío,
el de la cuneta en sueños plateada,
el de la luz rechinante
del farol.

Un gran vacío en los márgenes
repleto de tinieblas.

Dos murmullos:
el de las hojas
en mis oídos.

Un inmenso poliedro indeterminado
con grillos y alguna lechuza
en los vértices.

Una luna
duplicada en un charquito.

Dos firmamentos,
dos noches.

Una impensable conjetura
blanca.




LA NOCHE NIEGA EL ABISMO

Pasan las aguas las hojas
bien afianzadas
sobre el abismo negado,
y sólo sobra un fulgor inciso
allá entre las húmedas sombras,
la roca insomne que resume
todas las chispas acuciadas
en una demostración sin base
que la calma Unidad cosquillea.




SUBLUNAR

Este mutismo
esa luna
descuida
y el humus
va cubriendo
una fantasma
de agua

Esa luz
registra fondos
¡sorpresa!
vacíos

La luna cabizbaja
se ha cansado de dar
extraños nombres
a las hojas

El aire azul
piensa y habla
despabilando a la
soledad adormecida

Perplejo
estérilmente aguardo
filtrando los minutos
a través de una nube
que se volvió
de espaldas

Un ritmo acuoso
surcando un firmamento y
después el segundo
el efecto es un sello
en el cielo más arriba
qué idea tras
tu frente desdoblada.






©  José L. Fernández Arellano, 1979

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